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sábado, 3 de noviembre de 2007

EL SILENCIO DE LOS SILENCIOSOS?

LA RESPONSABILIDAD DEL MAESTRO
EN LA FORMACIÓN DE LA JUVENTUD

Yo no vengo a resolver nada.
Yo vengo aquí para cantar y
para que canten conmigo. Neruda


Por: Gonzalo Molina Arrieta

Presento estas reflexiones tituladas el silencio de los silenciosos, recurriendo básicamente a dos pedagogos desconocidos o ignorados por nuestros maestros y por ende muy poco experimentados en nuestros proyectos educativos a pesar de sus pertinentes trabajos sobre la realidad del mundo actual y particularmente sobre la realidad latino americana y colombiana. Me refiero a JIDU KRISNAMURTI y al maestro SIMÓN NARCISO CARREÑO RODRÍGUEZ, más conocido como SIMÓN RODRÍGUEZ O SAMUEL RÓBINSON el maestro de Simón Bolívar. También recurriré a Epicuro en algunas ocasiones porque de alguna forma se refleja en los planteamientos de don Simón Rodríguez.
El Perfil Del Maestro
Para empezar, quiero traer al maestro SIMÓN RODRÍGUEZ, quien visto en un sentido estratégico nos sirve para definir un poco el perfil, -lo que debe ser un maestro- y dimensionar claramente la responsabilidad teleológica (final) del maestro y la educación.
Para él y tal como lo plantea Epicuro -para el caso de los filósofos-, el maestro debe ser , porque sabe que el saber es el alimento del espíritu humano. El maestro debe manejar una ciencia o arte, bien sea teórica o práctica, y además debe hacerse entender y comprender con gusto cuando trasmite sus conocimientos; nos dice don Simón: “¡él es EL MAESTRO! Por excelencia, si aclara los conceptos i ayuda a estudiar, si enseña a aprender, facilitando el trabajo, ¡si tiene el don! De inspirar a unos i excitar en otros, el deseo de saber”.
Maestro para él es el que enseña a aprender y ayuda a comprender. El maestro tal como lo plantean lo Epicureitas, debe cultivar la libertad, la humildad, la amistad y la reflexión; diría hoy don Simón: no educa sólo para una disciplina sino para la vida, para el conocimiento de lo verdaderamente valioso, para la virtud, para saber hacer.
El maestro debe rodear al alumno “de cosas útiles no de fantasmas”, debe eliminar las diferencias entre el aula de clases y la vida cotidiana, formar individuos capaces de conocer su medio para servir a la comunidad, para desarrollar los valores que ha aprendido en la escuela, en el centro de convivencia por excelencia.

La Responsabilidad Política Del Maestro En Simón Rodríguez
Para éste el ejercicio del magisterio contempla una función política y nos advierte que la enseñanza está envuelta en ella; pues, por medio de ella se instruye a los hombres para que vivan la república.
Sobre este aspecto nos plantea cuatro criterios que me parecen pertinentes para cualquier proyecto estratégico curricular de una nación en construcción como la nuestra; podría decirse que se constituyen en cuatro fundamentos para orientar los proyectos educativos institucionales en la gran nación latinoamericana con la que soñaba, son ellos:
Una instrucción social para hacer una nación prudente
Una instrucción corporal para hacer una nación fuerte
Una instrucción técnica para hacer una nación experta
Una instrucción científica para hacer una nación pensadora

La Permanente Reflexión Sobre La Cultura
El ser maestro, obliga a una permanente reflexión sobre la cultura, la ciencia, la pedagogía y la didáctica; hoy el maestro más que nunca está obligado a dominar los principios, la historia, los problemas, la forma como se ha construido una ciencia o arte, bien sea teórico o práctico; es decir, esta obligado a reflexionar sobre el desarrollo específico de su contexto, su disciplina, la enseñanza, los métodos, las estrategias, las metodologías y recursos necesarios para el proceso de formación. Tal como nos lo plantea Bruner “el maestro debe ser un ser situado… pues la mentalidad, los significados están en la mente, y sus orígenes y significantes en la cultura, el aprendizaje y el pensamiento siempre deben estar situados, la forma de organizar el aprendizaje depende de los recursos que proporciona la cultura” por eso es fundamental que el maestro se esté preguntando permanentemente el para qué?, el por qué? y el cómo enseñar.
Para terminar esta primera parte podemos resumir, que es el maestro quien ratifica o sustenta los significados con que nos desenvolvemos en la cultura, el maestro es en este sentido uno de los principales agentes de cambio de la mentalidad de sus alumnos, de la institución y la sociedad.

KRISHNAMURTI Y EL TRABAJO PEDAGÓGICO
El segundo autor del que voy a hablar es JIDDU KRISHNAMURTI, este es quizás uno de los pedagogos menos conocidos en nuestro ámbito educativo; para mí, el más pertinente y destacado en temas como los que atravesaron los últimos años del siglo pasado y estoy seguro que dará mucho más de que hablar en el presente; digo esto porque su modo de pensar nos convoca a realizar cambios radicales y aplicar un nuevo modelo de desarrollo humano como el que se requiere en la actualidad. Su obra está en el marco de dos grandes elementos que la caracterizan:
1. el contexto cultural en el que escribe y para el que escribe
2. la particularidad y pertinencia de sus propuestas pedagógicas
Veamos estas dos ideas.
El contexto en el cual escribe JIDDU KRISHNAMURTI son las dos guerras mundiales. Este pedagogo nace en la India en mayo de 1895 y muere en California el 13 de febrero de 1986. Según sus biógrafos, RISHNAMURTI tiene una historia muy particular, desde los diez años quedó huérfano de madre, su padre fue un pensionado del antiguo régimen colonialista inglés, pero cuando Jiddu tenía catorce años el presidente de una corporación teosófica lo vio en las afueras de la ciudad y se dio cuenta, percibió que estaba en presencia del -vehículo-, -el instructor del mundo- en términos religiosos el Mesías, el que reencarnaría en la tierra. Jiddu estaba sucio, mal alimentado, tenía los dientes torcidos, el cabello afeitado en la frente y mostraba una tos persistente y un aspecto débil, enfermizo como consecuencia de los numerosos ataques de malaria que tuvo durante su infancia. Gracias a la percepción del presidente de ésta secta teosófica, lo educaron como el –vehículo- y desde entonces empezó a formarse como tal; en 1912 se trasladó a Londres para continuar sus estudios, luego viajó a Francia, Suiza, Australia y luego a California. Cuenta M Lutyens (uno de sus biógrafos) que ahí en Estados Unidos tuvo una experiencia místico espiritual, estuvo “tres días fuera del cuerpo”, encontrándose al final como el mismo diría en un trance embriagado de Dios. Ahí empieza una nueva vida, se dedica a viajar dando seminarios, cursos, conferencias de teosofía, y finalmente monta su primera escuela en la India donde llega a dos grandes conclusiones
[1].
Primera: “el trabajo pedagógico es la única alternativa para la transformación del hombre en la sociedad”. Luego empieza a desafiar su propia secta religiosa; pues se da cuenta de la falsedad, del sofisma que encierra el credo y la ortodoxia religiosa. Aquí afirma su segunda y más radical tesis filosófica y pedagógica: “nadie puede darle la liberación al hombre más que el mismo hombre”, el que quiere ser libre tiene que buscar esa libertad en su propia interioridad. “El que ha alcanzado su liberación ha llegado a ser el maestro”: en esta tesis nos señala entonces que cada uno puede llegar a ser maestro de si mismo y, como los antiguos griegos, rompe los intermediarios, elimina los sacerdotes y pastores e incluso los discípulos, porque según él “cada uno es discípulo de la verdad de si mismo”.

La conferencia de Bombay
Krishnamurti continúa desafiando el orden establecido y en marzo del 1948 pronuncia la conferencia de Bombay, en ella analiza las dos mas grandes tragedias que ha generado el capitalismo; las dos grandes guerras mundiales y las consecuencias para la educación; ahí reconoce la importancia de la educación y la escuela para la transformación de la sociedad y ubica el papel del maestro, afirmando la tesis ya enunciada por marx, “es el educador quien necesita ser reeducado”; nos señala ante todo que es la inteligencia del propio maestro la que necesita ser desarrollada, “educar al educador es mucho más difícil que educar al niño, porque el educador ya está definido, fijo. Su función es puramente rutinaria, porque en realidad no le interesa el proceso de pensamiento, el cultivo de la inteligencia… sólo brinda informaciones cuando el mundo entero cruje en sus oídos”. Hace énfasis en que la gran mayoría de los educadores considera la educación un medio de vida y le interesa sólo la técnica, es decir como educar al niño o la niña; considerar la educación un medio de vida, es explotar a los niños para provecho de uno mimo, esto es contrario al verdadero propósito de la educación. La primera gran conclusión que podemos sacar entonces con Krishnamurti es la necesidad de reeducar al educador.

PAPEL DEL LA ESCUELA Y LOS EDUCADORES ANTE LA CRÍSIS
KRISHNAMURTI, nos plantea que lo que ha producido la crisis es una edificación de falsos valores; es decir valores que no corresponden a la realidad, (nihilismo para el caso de Nietzsche) ubica aquí el papel de la escuela como el centro donde se ratifican o se desafían los valores establecidos y/o sustentados por el poder. Michel Foucault
[2] sostiene a su vez que la escuela, la iglesia, la cárcel son espacios de poder, “decir escuela es de hecho plantear una institución que hace del conocimiento una variable de poder”; Krishnamurti en su libro “Carta A Las Escuelas”, hace un análisis descarnado del sistema educativo y escolar, quien dice, prepara a los hombres y mujeres para perseguir sólo el dinero, el empleo; sostiene que “el hombre no puede ser feliz con dinero solamente. Cuando el dinero se vuelve un factor dominante en la vida, existe un desequilibrio en nuestra actividad cotidiana”. Esto es muy apropiado para el caso nuestro, tenemos un hombre hoy que persigue el dinero, todos quieren ser ricos, el sistema nos pone a desear y nos fabrica la necesidad, bien sea esta de modas, de vestidos, hábitos de comida, individualismo, ídolos, héroes y villanos; necesidades y objetos artificiales o la guerra misma como pasa actualmente en nuestro país, “así poco a poco hasta un estado democrático nos dice e impone lo que debemos ser”. Hoy es común apreciar a la sociedad poniendo el dinero y la técnica como factor fundamental; pero Krishnamurti además de la crítica a este tipo de racionalidad nos alerta sobre un problema - he aquí una observación importante- y es que hoy las personas incluso racionales, conocedoras de estos factores, parecen aceptar estas situaciones y viven con ellas; se han acomodado (en términos de Piaget) o dicho en nuestro términos otorgan el hecho con su silencio.
Este es entonces el primer problema que quiero enunciar, permítanme hacerlo desde la sabiduría popular: en pedagogía, en la escuela el que calla otorga. Yo pregunto ¿cómo un maestro, un profesor, con este conocimiento y el escenario principal de refrendación de valores -la escuela-, conocedor en su gran mayoría de estas situaciones, hace como el avestruz y prefiere enterrar la cabeza?, ¿cuál es el papel del maestro, del profesor ante una situación como la planteada actualmente?
Pregúntense ustedes también, acaso no vivimos en un estado donde su población no esta comiendo chucherías improteínicas? Los niños consumen sus productos por el empaque o por el muñequito que traen dentro, las empresas de salud con la complicidad de los médicos están formulando drogas hechas con agua de azúcar, mas conocidas como placebos? Díganme el diseñador no diseña primero el vestido y luego se nos crea la necesidad de él? Acaso los niños no quieren ser como Spiderman, las jóvenes como la barbie y que no decir del ya trillado tema del sexo y la publicidad.
No estamos sometidos a la propaganda constante casi permanente de la guerra, el sexo, (lesbianismo, feminización del hombre) las drogas y el alcohol. En las regiones de mayor conflicto en Colombia, las vallas publicitarias de las brigadas dicen “si quieres la paz prepárate para la guerra” y los ministros, los medios y el autoritario presidente nos invitan a la guerra cada vez que hablan, los noticieros, las películas que nos venden a diario son de guerra, donde los pobres y los negros son los malos; hemos llegado al extremo que para la gran mayoría de jóvenes y niños colombianos si una película no tiene armas, sexo y/o droga entonces es una pava, no es buena. Vivimos en una economía que alimenta y se alimenta de la guerra y en nuestro país ya hay gran parte de la población convencida que la solución es la guerra. Pero reflexionemos un poco; preguntémonos seriamente es la guerra la solución? la solución para los pobres, es la solución a la crisis económica? Es la solución para un país con más del 60% de su población en estado de pobreza? Es la solución para los millones de indigentes? Si, indigentes, así se les llama a esos seres humanos que comen con un dólar diario, a esos que por falta de recursos viven en la calle, no desayunan y piden para el almuerzo, no almuerzan y piden para la cena, para transportarse y su fuente de recursos son lo desechos ya desechados.
Entonces si los médicos son conocedores de los placebos y saben que no curan nada por qué los recetan? Porque una empresa y un comunicador hacen tanta publicidad diciendo que un producto es bueno para los niños si saben que no es cierto? Acaso lo que atrae los niños al producto no es el muñequito, el objeto de gancho, el envase, el sabor, el color o la presentación no el contenido? Díganme una cosa sinceramente ustedes no saben que la gaseosa es un “mancha-tripa” más como los bolis estos de colores? Entonces porque un hombre racional, un profesor, conocedor de todo esto, no enseña con claridad ante lo 500 o 1000 o 2000 niños y jóvenes que tenemos a diario en nuestras escuelas? Por qué lo que hacemos en las escuelas, en el centro reproductor de los valores y la cultura, el centro articulador de lo social es refrendar estas ideas? Pues permítanme intentar responder y advierto es evidente la respuesta. Todo lo que tienen en común los médicos, los comunicadores, los políticos que venden la guerra y los profesores son dos cosas:
En primera instancia ellos cuidan sus carreras, el empleo, persiguen el dinero y están dominados por él, tal como nos lo plantea Krishnamurti, y nos hemos acomodado a ello, vivimos con ellos; Estamos otorgando.
EN PEDAGOGÍA, EN LA ESCUELA EL QUE CALLA OTORGA, EL QUE CALLA TEME.
Hemos dicho en la tercera parte de este trabajo que lo que hay en común entre el médico, el comunicador, el político y el maestro es que todos cuidan sus carreras, el empleo, persiguen el dinero, están dominados por él y nos hemos acomodado a ello, vivimos con ello, estamos otorgando.
Sin embargo, analizando este hecho a fondo y ubicando como debe ser nuestra responsabilidad como formadores y reproductores de mentalidades, y teniendo a la escuela como uno de los escenarios principales en la selección, reproducción y promoción de valores y de culturas, me atrevo a plantear algo de mi propia cosecha, digamos que un segundo problema (no abordado por Krishnamurti) que se desprende directamente de la misma situación, pero quizás mucho más peligroso, ya que subsiste escondido tras el fondo gris del primero y quizás mucho más dañino y evidente en lo educativo y utilizando el mismo refrán popular enunciémoslo de la siguiente manera: en pedagogía, en la escuela el que calla teme.
Este dicho popular nos recoge en los dos problemas en los que quiero hacer énfasis. Por un lado el que calla otorga, los maestros estamos otorgando, estamos acomodados, vivimos con ello? Correcto, el medico otorga, el político otorga, el comunicador otorga y los niños, los jóvenes y demás pueblo en general consumen, viven engañados por nuestro otorgamiento.
Pero si pedagogizamos el dicho también el que calla teme y aquí esta el otro elemento estamos pecando por paga, pecando por dejar de hacer, otorgando y pagando por pecar, pagando por temer? Piénselo, pero no me responda de una vez.
Bien, a mi no me preocupa el otorgamiento, el temor y el acomodamiento de los técnicos, de los abogados, de militares, los policías, soldados defensores del sistema, incluso no me preocupa el temor y el silencio de los médicos y los mendigos, de los pobres y de los ricos; me preocupa el silencio de los profesores y maestros!
Somos nosotros los llamados a refrendar o negar o por lo menos poner a reflexionar a nuestros estudiantes sobre esos valores, “el valor del dinero”, de la guerra o de la paz, el valor de lo justo o la injusticia, la honestidad, la autonomía, la caridad, me preocupa que por otorgar o por temer estemos refrendando una mentalidad estrecha por la que caminan los jóvenes de hoy que matan a otro por un par de zapatos, por la moda, andan tras la marca, tras el envase, tras la droga, tras el sofisma de la guerra; es a nosotros a quien nos corresponde hacer claridad; somos nosotros los que hemos creado una escuela engañosa, vendedora de gaseosas y “rumba sana de las cervezas , nihilista, separada de la realidad, que muchas veces se escuda sofísticamente tras el manto de un conocimiento científico, para acribillar con la técnica la preocupación y reflexión cotidiana.
Por eso cundo Krishnamurti se pregunta en 1948, cuál es el papel de los maestros en la crisis mundial, no habla de falsos valores que a diario estamos promoviendo “falsos valores en relación del ser humano con la propiedad, con sus semejantes, y con las idea…” falsos valores sensorios en relación con la patria los gobiernos, las fronteras económicas, la autoridad, la guerra el dinero.
La experiencia nuestra nos advierte que estos falsos valores llevan el veneno, despiertan la emoción y nos arrastran al seguimiento apasionado o al miedo, a la implantación de los totalitarismos, a callar las voces, al silencio.

La función del maestro ante una situación de crisis, de militarismos, de exaltación de falsos valores que esconden el estado real de las cosas que los provocan, no puede ser otra que la socrática, la de examinarse, conocerse así mismo, educarse así mismo y comprender como ha llagado a producirse ésta crisis, “si eso no lo entendemos la mera edificación sobre lo mismos valores, en el mismo terreno, sobre los mismos criterios traerá más guerra, nuevos desastres” nos corresponde en primera instancia despojarnos y ayudar a despojar a los jóvenes colombianos de venenosos valores y de falsos ideales, como lo que se promueven peligrosamente hoy, “ningún fin bueno se puede alcanzar con malos medios”, la tarea del maestro si queremos que la próxima generación no siga la misma huella, no es resistir, es crear nuevo valores, nuevos ideales, nos toca consagrar todo nuestro pensamiento, todo nuestro esmero, todo el afecto, para crear el ambiente apropiado, la atmósfera conveniente para que cuando el niño crezca sea capaz de vérselas con cualquier problema humano que se le plantee”, el reto compañeros es despertar la inteligencia de los alumnos para que suman con autonomía, con entereza humana, la responsabilidad de edificar una nueva cultura, una nueva sociedad de justicia para todos, desde la matria grande, no desde la patria de papel, desde la trinchera del conocimiento, no la del fusil, desde la inteligencia humana o nos veremos obligados a transitar por los horrores de la guerra y las profesiones de moda (militares, informantes, técnicos, publicistas) que ya las alimentan.
Quiero terminar con una frase que hace mucho rato leí en el Cotopaxi, y desde entonces vaga libremente en mi memoria tardía y que espero cuando llegue a viejo-si es que me dejan- no sea ya una preocupación. “A mí no me preocupa el silencio de los silenciados, me preocupa el silencio de los silenciosos”; de esos que pueden decir cosas y no las dicen cuando deben decirlas, me preocupa porque hay momentos en que el silencio raya con la estupidez.

Gonzalo Molina Arrieta
Profesor de filosofía y Pedagogía
Especialista en filosofía
Especialista en Gerencia pública
gomafilo@gmail.com
http://gomafilo.blogspot.com/
[1] Para mayor información al respecto véase A.J Colom y J C mélich, después de la modernidad, nuevas filosofías de la educación, paidos, Barcelona 1997.
2 Conferencia hecha en marzo de 1948, publicada en varios textos.

[2] Estas tesis son planteadas por M. Focault en textos como vigilar y castigar, microfísica del poder, tecnologías del yo; en Krishnamurti puede verse en Carta A Las Escuelas, ed. Kier, Buenos aires argentina 1996.